Entrevista a Gerardo García. Psicoanalista

21 abril, 2015

Por: Daniel Fermani. Profesor Titular de la materia “Historia de la Cultura”. Carrera Psicología, Universidad de Congreso.

Gerardo García es psicoanalista. Autor de libros “La metamorfosis del objeto”; “ Estética de la melancolía”; “De la angustia al duelo”, entre otros; fundador de la escuela Freudiana de Córdoba y Escuela Freudiana de Mendoza. El viernes 24 de abril a las 20:30 brindará una Clase abierta de la Universidad de Congreso: “Localización del objeto en la transferencia: una nueva clínica en Psicoanálisis”

¿Cómo se resuelve la convivencia entre las ideas sobre la existencia y el funcionamiento de la psiquis humana y la vida cotidiana -la constante construcción de la cotidianeidad-, en un estudioso del pensamiento?

Gerardo: La pregunta me posibilita despejar lo que puede constituir un malentendido. Claro que en lo cotidiano me interesa reflexionar sobre diversos discursos ligados al pensar pero en realidad un analista no es un estudioso del pensamiento. Su función en el interior de la práctica privilegia el orden de la escucha con relación al malestar. Habitualmente el sufriente que nos consulta comparte sin saberlo las palabras de Macbeth cuando grita con fiereza que la vida no es más que una sombra que pasa, un cuento narrado con gran furia y sonido y que nada significa. Pero que la vida no tenga sentido no debe inclinarnos al pesimismo sino considerar con los griegos que la vida simplemente es. Si logramos situar en su interior el registro humano por excelencia que es el dominio de la falta, se encontrará quizá una significación particular más allá de los sentidos preexistentes que el malestar cuestiona. El universo de la falta posibilita la fecundidad más allá de las repeticiones y abre al porvenir.

El análisis y el estudio de la mente humana y su lenguaje ha de haber influido en su propia manera de pensar y decodificar la realidad, ¿usted somete cada aspecto de su vida a la teoría sobre la cual trabaja, o algo de la vida misma escapa al análisis y al método y es dejado al juego del azar?

Gerardo: Roger Caillois,  miembro original del movimiento surrealista y luego disidente del mismo, ha dejado en su paso por el grupo una huella signada ambiguamente por el eclipse y el recuerdo. No  siempre fue aceptado por los especialistas académicos, dado que su carácter innovador lo mantenía siempre un poco aparte de los discursos oficiales. Abordó con delicada ironía la desmesura de aquellos analistas para lo que todo estaría sujeto a sentido.

Caillois señala que el psicoanálisis ha debido sufrir persecuciones para ganar su derecho a la vida. El valor y la tenacidad de quienes tuvieron confianza en el método vencieron los prejuicios temibles que, al principio, ahogaron su mensaje.

Pero ocurre que en nuestros días ese mensaje podría ser acallado ahora por los analistas que consideran su método como infalible. Caillois intenta entonces presentarnos lo que podemos llamar, no sin humor una doctrina irrefutable:

X olvida su paraguas para tener la ocasión de ir a buscarlo, es decir, la oportunidad de volver a ver a la persona en cuya casa  había  olvidado el pintoresco utensilio. Sentía sin duda, una simpatía secreta  por la referida persona. Busca la simpatía y va a su encuentro. El misterio queda develado.

Este  primer ejemplo da lugar al segundo:

a) X olvida su paraguas en casa de alguien  a quien detesta. Pero, se reprocha, sin duda, odiar a una persona por la cual no tiene razón alguna para hacerlo. Ahora para castigarse, olvida su paraguas con el fin de obligarse a volver a ver a aquél o aquella cuya desaparición secretamente desea.

b) X olvida su paraguas en casa de alguien que le es completamente indiferente. ¡Por lo menos, eso es lo que él cree!  Interviene entonces el psicoanalista. Se lo oculta a sí mismo, pero en realidad ama o detesta a esa persona que él afirma le es indiferente.

En adelante, se da por supuesto lo que sólo era un indicio. Entonces poco importa que:

c) X  No olvide jamás su paraguas, o….

d) X No lo use: esto no carece de significado sino que revela una tensión anormal del espíritu del susodicho que es capaz de  empujarlo un día a una catástrofe quizás inminente.

Comparto con Caillois la ironía  respecto de la práctica de algunos analistas que hacen un caprichoso y absurdo uso de la interpretación. El azar, la contingencia, lo real  hacen imposible reducir la interpretación al arbitrio dentro del marco del psicoanálisis y por supuesto menos aún en la vida cotidiana.

¿Podría sintetizar su propio aporte al Psicoanálisis teniendo en cuenta la idea freudiana y las variantes de la vertiente lacaniana?

Gerardo: Bueno, la pregunta un tanto me sorprende, me conduce al lugar en que Edipo en Colona luego de un arduo recorrido se pregunta por lo que ha sido su vida. Pero no eludo la respuesta.

Por una parte considero como aporte una modalidad en la transmisión que no responde a los cánones habituales de la enseñanza: he establecido relaciones de correspondencia entre psicoanálisis, arte y malestar en la cultura. Ello implica que transitando la ética pueda ponerse en palabras lo singular de la práctica, lo universal del malestar y lo intangible de la obra de arte. Esa modalidad ha tenido consecuencias en la formación de analistas. Las fundaciones de la Escuela Freudiana Córdoba veinte años atrás y de la Escuela Freudiana de Mendoza en el año 2009 se inscriben en la intención de continuidad de esa modalidad de transmisión.

Por otra, en el registro de la práctica, he desplegado la posibilidad de una lógica del tratamiento en las psicosis de la cual doy cuenta en mi último texto De la angustia al duelo. Freud consideraba inviable el tratamiento de las psicosis con el dispositivo analítico y Lacan ha escrito sólo preliminares a un tratamiento posible. Sin embargo me he valido de uno y otro para construir la lógica que preside dicho tratamiento.

A lo largo de sus estudios y reflexiones sobre los dos grandes maestros del Psicoanálisis, Freud y Lacan, ¿se ha enfrentado alguna vez a un concepto con el cual estuviese en franco desacuerdo, o que pusiera en discusión su propia elaboración de las ideas psicoanalíticas?

Gerardo: Tanto Freud como Lacan nos facilitan el estar en desacuerdo porque trabajan habitualmente contra sí mismos que es más importante que la modalidad frecuente de trabajar contra otros. En ese aspecto soy completamente deudor de Freud y de Lacan con relación a mis ideas en torno al psicoanálisis.

Ahora, más allá del campo de las ideas y de la práctica, no comparto con Freud la forma en que nos ha legado la organización de analistas dado que en ocasiones se parecen a congregaciones religiosas en torno a la figura del padre ideal que Freud mismo ha encarnado.

Respecto de Lacan disiento en una experiencia que ha llevado a cabo en instituciones psiquiátricas llamada presentación de enfermos. Difiero en la nominación del paciente como enfermo y rechazo lo que la mencionada práctica tiene de tradición psiquiátrica aunque la escucha sea analítica. Repruebo la violencia que se pone en juego al sustituir la reserva necesaria en cada análisis por un recurso que participa de lo público.

¿Encuentra dificultad o contradicción en la tarea de trabajar sobre la concepción lacaniana del lenguaje como herramienta principal para tratar de entender la lógica del inconsciente, y su propia y personal labor de escritor que utiliza esa misma herramienta –el lenguaje- para explicar y reelaborar las teorías psicoanalíticas?

Gerardo: Si el estilo en Freud se encuentra en una relación directa al recurso del lenguaje, en Lacan su estilo va a estar determinado por el objeto.

Freud introduce a su lector en una suerte de diálogo ficticio y el lector comparte sus propias refutaciones y objeciones. Su lenguaje es claro y preciso, una cierta limitación a las palabras que considera esenciales, una gracia que deja de lado los superlativos. Desdeña el énfasis y el adorno conformando una cierta levedad etérea que transparenta habitualmente su honestidad intelectual.

También Lacan no podía concebir un ámbito de verdad sin relación al lenguaje y la cadena significante, pero más tarde la emergencia de lo real y su concepción del objeto tuvieron influencias en su estilo. Esto lo conduce a considerar que el estilo precisa la estructuración del sujeto en torno a determinado objeto que no es como los otros. Su estilo particular caracterizado por él mismo como manierista y por otros como barroco es una forma de recoger ese objeto. Sus escritos pueden parecer oscuros dado que supone que la enseñanza no depende de la comprensión sino de la transmisión de ese objeto en el estilo.

Mi lectura y mis reflexiones tanto de Freud como de Lacan durante tantos años hacen que sus modalidades discursivas infiltren mi escritura, pero también Maurice Blanchot, Elías Canetti, Giorgio Colli, Walter Benjamin, Roberto Calasso, para nombrar los más cercanos.

Comparto con ellos cierto rechazo por las definiciones, una necesidad de construir progresivamente el concepto que no tiene nada de espasmódico, un estilo de envoltura respecto del objeto, la idea de que un mismo fluido circula de obra en obra sin que yo me lo proponga.

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