Una cava como espacio sensorial

22 enero, 2016

El lugar de intervención es el parque General San Martín, un espacio verde paradigmático de la ciudad de Mendoza, por lo tanto el ámbito a proyectar propone que el visitante citadino tenga la posibilidad de experimentar un comportamiento diferente a los códigos sociales de los espacios urbanos. La intervención pretende convocar a los visitantes a un ámbito donde sea plausible comprender la naturaleza de una manera diferente, a través de las sensaciones.

Esta experiencia es posible a través de un recorrido donde la luz, temperatura, sonidos, aromas, todos elementos intangibles, son los generadores de un clima netamente sensorial. Se ha considerado pertinente un lugar soterrado porque es en la semioscuridad donde las experiencias se intensifican y el visitante está en condiciones ideales para vivenciarlas plenamente. Al descender al espacio, se percibe una caja con muros ciclópeos donde se destaca la masa pétrea y su potente textura. Estos muros sostienen una grilla de vigas que ordenan y estructuran el espacio, siendo naturalmente el germen del lenguaje tectónico del proyecto. Sobre ellas se apoyan conos de hormigón de diferentes calibres que emergen en el parque.

Comentario de la cátedra

Se propone repensar el vinculo del parque General San Martin con el tejido de la ciudad, una relación pobre, bloqueada en muchas situaciones por la incomprensible apropiación de espacios del parque para actividades privadas. Justamente en el remate de la calle Arístides Villanueva, una calle convertida en espacio público de masiva convocatoria juvenil, se recurre a la imagen arraigada y tan poética como mendocina de la cava.

De este trabajo, destacamos muy especialmente la clara estrategia constructiva que comprende al suelo no como un mero soporte sino como un espesor tectónico. La excavación, el cráter es en esta propuesta la primera de las construcciones, y un reticulado asimétrico de vigas califica los espacios por sobre la horadación.
El proyecto “siembra” en el reticulado una serie de lucarnas que son verdaderos filtros/tamices que generan los casilleros aromáticos y de luz. Estas “arte luce” no solo determinan el clima y la espacialidad interior de la Gran Cava sino que generan en el exterior un inesperado jardín escultórico que, como mandíbulas de hormigón, parecen fagocitar la luz y el aroma del parque.

Se trabajó con modelos en varias escalas para ir descubriendo desde el concepto la propuesta volumétrica y los indicios del lenguaje.

Perfil: Trabajar para poder estudiar

Carlos Cristiano (32) eligió estudiar arquitectura porque siempre le gustó inventar. “La arquitectura es una profesión en la cual uno se enfrenta con problemas de la realidad y distintas circunstancias que generan preguntas. Siendo riguroso al responderlas, y teniendo gran capacidad de síntesis, se pueden construir de forma innovadora los lugares en los cuales transcurre la vida”, define este joven que tuvo que demorar varios años el inicio de su carrera. “En Mendoza hasta hace poco no había facultad pública, por lo cual la única opción era estudiar en una facultad privada”, cuenta.

Primero trabajó para juntar dinero para costear su carrera. Luego, gracias a su promedio y a que aprobaba todas las materias año a año, la universidad lo ayudó con un beca para cubrir parte de la cuota, y actualmente trabaja en un estudio de arquitectura. Cuenta que suele andar en bicicleta porque eso lo “ayuda a entender y observar el paisaje y la ciudad, todo desde otra perspectiva, la del sentido común”. Carlos imagina un futuro en el cual se deba crear e innovar con menos recursos.

Materia: Arquitectura y Diseño Urbano – Universidad de Congreso, Mendoza. Cátedra: Arqs. Marcelo Pedemonte y Pablo Celis Ayudantes: Arqs. Joaquin di Pietro y Cecilia Alvarez.

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