Sonetos a Sophia – Leopoldo Marechal

4 agosto, 2014

SONETOS A SOPHÍA

I DE SOPHIA

Entre los bailarines y su danza
La vi cruzar, a mediodía, el huerto,
Sola como la voz en el desierto,
Pura como la recta de una lanza.

Su idioma era una flor en la balanza:
Justo en la cifra, en el regalo cierto:
Y su hermosura un territorio abierto
A la segura bienaventuranza.

Nadie la vió llegar: entre violines
Festejaban obscuros bailarines
La navidad del fuego y del retoño.

¡Ay, sólo yo la he visto a mediodía!
Desnuda estaba y al pasar decía:
“Mi señor tiene su prado sin otoño”.

II DEL JARDÍN LLORADO

Podrán reverdecer tus alegrías
(tal una rama en su prisión de hielo)
Y podrá redimirse tu desvelo,
Si en horas de tiniebla no dormías.

La mocedad violenta de los días
Y el favorable número del cielo
Podrán moverte a la canción y al vuelo,
Si has olvidado alturas y armonías.

Pero si al fin regresas desolada,
con un temblor de llanto en la mirada
Y un quebranto de plumas en la frente.

Recordarás, paloma entre cerrojos,
Que tu felicidad abre los ojos
En un jardín plantado hacia el oriente.

III DEL ALEGRE DESTIERRO

En tu caballo de color de trigo
VUelves, Otoño, el de la mano llena;
Y si el mendigo estaba de verbena,
Hierros de segador alza el mendigo.

Sólo yo, lejos de tu fruta, sigo
Rumbos trazados en mudable arena;
Pero no voy en alas de la pena
Ni llevo la cadena del castigo.

¡Mundo frutal, recibe mis adioses,
Y adiós, Otoño, el de affiladas hoces!

Con pie liviano y corazón sonoro
Yo me dirijo a la provincia de oro

Donde mi amante jubilosa muerde
Su fe madura y su esperanza verde.

IV DEL ADMIRABLE PESCADOR

Perdido manantial, llanto sonoro
Dilapidado ayer en la ribera
De la tribulación,¡quién me dijera
Que pesarías en la balanza de oro!

Rumbo de hiel que todavía lloro,
Crucero sin honor y sin bandera,
¡Quién me diría que la primavera
Del cielo caminaba tu decoro!

Y cuando recelosa y desvelada,
Puesta en su mismo llanto la mirada,
Mi soledad entre dos noches iba,

¡Quién le dijera, para su consuelo,
Que abajo estaba el pez en el anzuelo
Y el admirable Pescador arriba!

V DEL ADIÓS A LA GUERRA

No ya la guerra de brillantes ojos,
La que aventando plumas y corceles
Dejó un escalofrío de broqueles
En los frutales mediodías rojos!

Si el orgullo velaba sus despojos
Y el corazón dormía entre laureles,
¡Mal pude, Amor, llegarme a tus canceles,
Tocar aldabas y abolir cerrojos!

¡Armaduras de sol, carros triunfales,
Otros dirán la guerra y sus metales!
Yo he desertado y cruzo la frontera

Detrás de mi señora pensativa,
Porque, a la sombra de la verde oliva,
Su bandera de amor es mi bandera.

VI DE LA ROSA PRUDENTE

A su espinoso mundo sometida,
Vive y muere la rosa colorada:
Su pura soledad, ¡qué defendida!

Guerra, pero entre dardos florecida;
Cielo, mas al arrimo de la espada,
Si hasta la rosa llega tu mirada,
No se le atreve al fin tu mano herida.

Miel indefensa, corazón desnudo
Que a todo viento, si es de amor, te inclinas,
Falto a la vez del arma y del escudo,

¡Busca ya la milicia cuidadosa!
Y que, mortificado en tus espinas,
Te valga la prudencia de la rosa.

VII DE LA INMUTABLE PRIMAVERA

GRACIOSO estío, claridad amiga,
Sol que impaciente de tus resplandores
Enfrenas los caballos trotadores
Y en la Balanza pesa tu cuadriga_;

Ya no sabrá elogiarnos mi cantiga,
Ni me veréis, al son de otros amores,
Perdido en la batalla de las flores
Y hallado en el concierto de la espiga.

Tanto dolióle al corazón la suerte
De lo que apenas ríe levantado
Ya llora prometido de la muerte,

Que, revolviendo el polo de su esfera,
Se ha vuelto al Rey, por fin, y lo ha mirado,
Y está en su bondadosa primavera.

VIII DE LA SABROSA TREGUA

CUANDO, ya sea en la mañana pura,
Ya en la temida noche del espanto,
La mujer admirable de mi canto
Se adelanta sin velo ni atadura,

Descuida el alma su pelea obscura,
Las armas rinde, y su fervor es tanto
Que se aventura en un dominio santo
Donde no tiene llanto la hermosura.

y si la dueña de mi pensamiento
Pone su labio en el oído atento
Del alma, entonces un sabroso idioma

Conmueve y mueve al que lo va escuchando,
Como la voz de la paloma cuando
Nos llega enamorada la paloma.

IX DE LA NOCHE

QUE se reinado perpetuaba el día
Creyó mi sed, y lo escribió en arena;
Pero la noche, a paso de azucena,
Trajo el rigor de su caballería.

Sirena matinal fué mi alegría,
Pero sobre la faz de la sirena
Mostró después al corazón en pena
Su doble cara de melancolía.

“¡Una mañana indestructible quiero!”
Dice mi sed en rebeldía, pero
La noche dura y el temor no calma;

Y al fin se desvanece mi sentido
Sobre los arenales del olvido,
Pero a su eternidad sonríe el alma.

X DE LA CORDURA

CON pie de pluma recorrí tu esfera,
Mundo gracioso del esparcimiento;
Y no fué raro que jugara el viento
COn la mentira de mi primavera.

Dormido el corazón, extraño fuera
Que hubiese dado lumbre y aposento
Al suplicante Amor, cuyo lamento
llama de noche al corazón y espera.

Si, fría el alma y agobiado el lomo,
llegué a tu soledad reveladora
Con pie de pluma y corazón de plomo,

¡Deja que un arte más feliz asuma,
Gracioso mundo, y que te busque ahora
Con pie de plomo y corazón de pluma!

XI DEL CORAZÓN ABROQUELADO

¿CÓMO sabrá el amor llevarte un día
Por su ancha miel y su camino estrecho,
Si, abroquelada soledad, tu pecho
Le niega el aire y la caballería?

¿Y cómo depondrá su altanería
De antiguo cazador bajo tu techo,
Si al ojo fiel y al dilatado acecho
Respondes con el alma en rebeldía?

¡Destierra ya postigos y canceles!
Mira que nunca logra sus laureles
El corazón que tanto se recata.

Yo doy mis aguerridos sentimientos
A la codicia pura de los vientos,
Y a navíos de amor olas de plata.

XII DEL AMOR NAVEGANTE

PORQUE no está el Amado en el amante,
Ni el amante reposa en el Amado,
Tiende Amor su velamen castigado
Y afronta el ceño de la mar tonante.

Lora el Amor en su navío errante
Y a la tormenta libra su cuidado,
Porque son dos: Amante desterrado
Y Amado con perfil de navegante.

Si fuesen uno, Amor, no existiría
Ni llanto ni bajel ni lejanía,
Sino la beatitud de la azucena.

¡Oh amor sin remo en la Unidad gozosa!
¡Oh círculo apretado de la rosa!
Con el número Dos nace la pena.

Etiquetas: buenos aires

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